La habitación cerrada

INFANTA CRISTINA / MATILDE STANGERSON

Nihil sapientiae odiosius acumine nimio (Séneca)

Todos los enigmas tienen una explicación lógica y, por tanto, son resolubles. Así lo puso en evidencia Gaston Leroux en El misterio del cuarto amarillo, novela en la que se comete un crimen en una habitación cerrada por dentro, con fuertes barrotes y donde sólo se encuentra a la víctima.

Tras una brillante investigación sobre el terreno, el joven Rouletabille descubre al agresor y demuestra cómo logró salir de la estancia. Hacienda debería contratar a este perspicaz detective para averiguar por qué el nombre de la Infanta Cristina aparece en 13 operaciones inmobiliarias jamás llevadas a cabo.

Un simple cálculo aritmético arroja que no hay ni una sola posibilidad entre un billón de que esos datos hayan sido transmitidos por error a la Agencia Tributaria. Casi las mismas de que un mono tecleara al azar Hamlet.

Cualquier acción humana siempre deja pistas y eso es precisamente lo que hay que seguir: el rastro que ha dejado necesariamente el que introdujo esos falsos datos.

Esa es la manera de actuar de Rouletabille, que no se deja engañar por las falsas pistas que encuentra en el cuarto amarillo, entre ellas, la pistola humeante.

Para descubrir al hombre que ha intentado matar a Matilde Stangerson en el castillo de Glandier, Rouletabille examina minuciosamente no sólo la escena del delito sino además el carácter y la coartada de todos los sospechosos.

Finalmente descubre que el culpable es el agente Larsan, identidad ficticia bajo la que se oculta un peligroso delincuente llamado Bellmeyer. Era el único que estaba por encima de cualquier sospecha, pero Joseph Rouletabille es capaz de desenmascararle.

Aquí lo que se plantea es si la Agencia Tributaria tiene interés real en descubrir la verdad o prefiere aferrarse a la tesis de un error imposible. Rouletabille descubre a Larsan porque se da cuenta de que ama a Matilde, que le ha rechazado porque está enamorada de otro hombre. En el fondo, El misterio del cuarto amarillo es un drama de celos.

Lo que nos revela la novela de Leroux es algo obvio: que el agresor está muy cerca y que tiene poderosos motivos. Yo creo que si la Agencia Tributaria recurriera a los métodos de Rouletabille, podría encontrar al culpable del entuerto.

Pero Montoro, como los malos detectives, se aferra a una explicación que no convence a nadie. En este caso sabemos que se ha cometido un crimen y conocemos la víctima pero ignoramos el cui prodest. Tengo la impresión de que, como en el enigma de la carta robada de Poe, lo que buscamos está delante de nuestros ojos pero no lo vemos.